Una tarde con Paco Martínez Soria: El difunto es un vivo
En 1941 Don Paco había interpretado un papel en la adaptación que su entonces amigo Ignacio Farrés Iquino hizo de su obra firmada al alimón con Francisco Prada “El difunto es un vivo”. El rol central recayó entonces en el gran actor Antonio Vico. Catorce años después, cuando ya nuestro paisano era una figura incontestable en el teatro pero todavía no encabezada repartos en el cine, el inefable Iquino le contrató para asumir el protagonismo de una nueva versión, que iba a ser nada menos que en scope y color.
Iquino era un tipo muy curioso que no se detenía ante nada y que andaba sobrado de imaginación. Bautizó al sistema como Ifiscope y utilizó el Gevacolor, patentado no muchos años antes en Centroeuropa. Pero no se puso tras la cámara, cediéndole el privilegio a uno de sus ayudantes, Juan Lledó, que fallecería al poco de concluir su trabajo.
Revisada ahora la película, qué nos encontramos vista desde los ojos de un espectador sesenta años después. Pues a mi modo de ver con una revista. A la manera tradicional del ya fenecido género, que tanto juego dio en nuestro país, con templos como los que se encontraban en el Paralelo, nos encontramos con unos cuantos números musicales, de estructura “moderna” para la época, o eso seguramente creían los autores, y que ahora resultan deliciosamente “camp” en su mayoría.
Ya la apertura del filme nos señala claramente cuál va a ser el tono de la comedia: una suerte de ballet con las chicas del conjunto, unos solistas famosos —nada menos que el entonces muy popular Juanito Segarra y el hijo mayor del gran tenor Miguel Fleta— adornado todo ello con la presencia constante, venga a cuento o no, del bailarín Rafael de Córdova.
La trama cómica viene servida del buen hacer no solo de Don Paco, que está brillante como acostumbra, sino de su amiga Mary Santpere, el gran Saza y Gustavo Re -¿le recuerdan de eterno compañero de Franz Johann?-. Como curiosidad, cabe apuntar que la Santpere hace de suegra de nuestro hombre, a pesar de tener 11 años menos que él. Cosas del cine.
La película funciona sin problemas como comedia, aunque no se deben esperar grandes sorpresas. Juega con el truco del hermano gemelo, que tantos éxitos daría posteriormente a Don Paco, y se disfruta por los detalles. Ese toque de humor blanco, con vagas reminiscencias del teatro de Jardiel, esa habilidad de sus comediantes para extraer todo el jugo posible a sus papeles, resulta visto ahora hasta entrañable. Podría decirse que esta fue la primera vez que nuestro paisano encabezó un reparto en el cine. Solo rodaría luego tres películas hasta prácticamente retirarse. Serían siete años alejado de la pantalla. Luego vendría “La ciudad no es para mí” y a partir de ese momento lo que todo el mundo sabe: a arrasar en las taquillas. Vista con ojos amables la visión hoy de esta revista en imágenes que supone “El difunto es un vivo” puede resultar por momentos incluso deliciosa.
Qué les voy a decir. Si hasta nuestro turiasonense de pro se arranca con un bugui bugui…
FERNANDO GRACIA