Verónica Forqué, premio Tarazona y el Moncayo
La inteligencia trascendente de la sonrisa
Hija del querido y recordado José María Forqué —director del clásico ‘Atraco a las tres’, cuyo último proyecto en vida era un largo sobre la figura de Raquel Meller— Verónica Forqué siempre ha tenido marca de estrella, tejida con oficio y talento, irónica ingenuidad y profundo menester. Dotada para la comedia en sus múltiples tratados, Verónica Forqué tiene ingredientes que nos recuerdan a la Marilyn Monroe más brillante o a la Katharine Hepburn más sagaz. El azar le hace coincidir en fecha de cumpleaños con otro grande, Woody Allen, un 1 de diciembre, cuyo libreto ‘Adulterios’ llevó al teatro. No ha sido chica Allen pero sí es la chica sexy del mejor Almodóvar, el más lúcido y humano, con su Cristal en ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto!’ o su absoluta ‘Kika’, todo un tratado de la interpretación reconocido por la Academia. Con Colomo, Trueba y Berlanga también ganó Goyas y el aplauso absoluto de crítica y público. Mercero, Iborra y Gómez Pereira, cine y más cine, junto a series que proyectaron su humanidad, tales como ‘Eva y Adán’, ‘Pepa y Pepe’ o ‘Ramón y Cajal’, y pasión por el teatro, especialmente estos doce últimos años, con montajes como ‘¡Ay, Carmela!’, ‘Doña Rosita la soltera’, ‘La abeja reina’ o ‘Shirley Valentine’. Verónica Forqué es una institución de nuestra cultura, de acuerdo, pero además nos conectamos a ella por esa sabiduría innata que tiene al dotar de hondura y amor cada uno de sus personajes, generosidad y belleza, por dentro y fuera.
CARLOS GURPEGUI